Perteneció a la segunda generación de apóstoles. Un hombre con educación, un intelectual de su época. Se lo menciona raramente en el Nuevo Testamento, y sin embargo su influencia fue notoria en la iglesia primitiva.
Conozcamos a este Apolos. Hechos 18: 24-281 presenta a este joven judío como ciudadano de Alejandría, la segunda ciudad del Imperio Romano de ese tiempo y llamada así en honor a Alejandro Magno.
La ciudad, hogar de muchos judíos inmigrantes, fue el lugar donde se realizó la traducción y producción de la Biblia Septuaginta.
Alejandría fue un centro supremo del judaísmo, del helenismo y de la filosofía griega; un polo educativo con una biblioteca que albergaba más de novecientos mil libros.
Apolos era “un varón elocuente” (vers. 24), lo que sugiere que era un hombre altamente educado. Al haber sido instruido en las ciencias helenísticas, en filosofía y especialmente en retórica, no podía ser menos que elocuente. La retórica, disciplina principal de la filosofía en aquellos días, habilitaba a una persona para discutir convincentemente y presentar su pensamiento con claridad.
Apolos también era “poderoso en las Escrituras” (vers. 24), lo cual significa que conocía el Antiguo Testamento y podía interpretarlo correctamente. No fue un lector superficial sino que estudió las Escrituras en profundidad y de esta manera obtuvo un acabado conocimiento de sus verdades.
Fue contemporáneo de Filón de Alejandría, un famoso filósofo y teólogo judío que además de escribir comentarios sobre los libros del Antiguo Testamento, había desarrollado diferentes métodos de interpretación de las Escrituras, intentando armonizar la sabiduría de la filosofía helenística con la revelación de las Escrituras. Creía que todas las verdades de los filósofos griegos podían ser finalmente rastreadas hasta Moisés.
Se cree que Apolos fue discípulo de Filón. Conocía bien la filosofía helenística así como el Antiguo Testamento. Había recibido tanto la educación académica como la religiosa. De lo poco que sabemos de él por el libro de Hechos, podemos afirmar que fue un argumentador exitoso, estableciendo más allá de toda duda, la veracidad de las Escrituras. Su método probablemente incluía un razonamiento lógico y una presentación racional.
Un cristiano apasionado No podemos precisar cuándo, pero en algún momento posterior a la dispersión del evangelio conocida como Pentecostés, Apolos se convirtió al cristianismo y fue “instruido en el camino del Señor” (vers. 25).
Una vez que aprendió el tremendo significado del advenimiento de Cristo, le fue imposible permanecer en silencio. Llegó a ser un misionero apasionado que predicaba el evangelio dondequiera que iba: “fervoroso, hablaba y enseñaba lo concerniente al Señor” (vers. 25). Apolos sacó provecho de su conocimiento de las Escrituras y también de sus estudios en filosofía y retórica, cuando “refutaba públicamente a los judíos” (vers. 28). Se comprometió con el ministerio cristiano y dejó huellas de su entusiasmo en Acaya, Éfeso y especialmente en Corinto. En esa ciudad seguramente produjo un gran impacto, porque algunos de los cristianos de allí fueron llamados “de Apolos” (1 Corintios 1:12).
Algo muy significativo que no debe pasarse por alto es su humildad y deseo de aprender más. Aún siendo un erudito, con una educación formal elevada, estaba dispuesto a aprender más acerca de Jesús –su muerte y resurrección– a través de humildes creyentes como Aquila y Priscila, “quienes percibiendo que él no había recibido todavía toda la luz del evangelio, ‘le tomaron y le declararon más particularmente el camino de Dios’. Por su enseñanza adquirió una comprensión más clara de las Escrituras y llegó a ser uno de los abogados más capaces de la fe cristiana”.2
Aprendiendo de Apolos ¿Qué podemos aprender nosotros de la vida de este gran hombre cuya influencia en los albores de la iglesia cristiana nos será revelada en su totalidad recién en el cielo?
Primeramente, en nuestra búsqueda de conocimiento y en el afán de alcanzar la excelencia académica, no debemos dudar en anhelar una educación óptima. Al mismo tiempo, necesitamos tener en mente que la sabiduría humana no es el objetivo supremo. En vez de esto, debemos apuntar a buscar la sabiduría divina revelada en las Escrituras.
Debemos permitir que ambas se unan y aglutinen como lo hicieron en el ministerio de Apolos. Los primeros educadores adventistas promovieron estos dos aspectos. Elena White escribió: “Dios ha dado a conocer su designio, a saber, que nuestro pueblo tenga oportunidad de estudiar las ciencias y al mismo tiempo aprender los requisitos de su Palabra”.3
La educación no es un objetivo en sí misma sino un medio para alcanzar un fin. Para los pioneros adventistas, la educación tenía su propósito en el servicio de la misión. Las primeras instituciones educativas de la iglesia fueron escuelas misioneras. Eran centros de entrenamiento para la misión.
Después de todo, uno de los objetivos de la institución educativa adventista más antigua – la Escuela Sabática– es la preparación para la misión y al participar en ella obtenemos otros beneficios. No solamente nos da la oportunidad de ser educados en forma continua en la Biblia y la religión, incrementando nuestro conocimiento, sino que también aumentará nuestras habilidades y nos ayudará a crecer espiritualmente. De esa manera tendremos la oportunidad de enseñar lo que hemos aprendido y de esta manera contribuir a la educación y el desarrollo de los demás.
Por otra parte, al igual que Apolos, necesitamos estar abiertos a nuevos aprendizajes. En este proceso, nunca llega el momento en el que podemos afirmar que lo hemos alcanzado todo. El aprendizaje es un viaje y aún en la eternidad estaremos siempre aprendiendo. Apolos, con los dones y la devoción que poseía, tenía una gran deficiencia: “solamente conocía el bautismo de Juan” (vers. 25). Cuando Psicila y Aquila notaron esto, vieron la necesidad de instruirlo y “le expusieron más exactamente el camino de Dios” (vers 26).
Apolos era lo suficientemente humilde como para aceptar nuevas enseñanzas de ellos; estaba abierto a nuevas experiencias de aprendizaje.
Hoy escuchamos frecuentemente acerca de la necesidad del aprendizaje que dura toda la vida. Esto es imprescindible en muchas profesiones y aún más en temas de fe y religión. Para nosotros los adventistas, la idea del aprendizaje continuo está profundamente enraizada en nuestra historia. Elena White profetizó: “Ante el estudiante se abre un camino de progreso continuo… Progresará tan rápidamente e irá tan lejos como fuere posible en todos los ramos del verdadero conocimiento”.4
La búsqueda por “nueva luz” motivó a los pioneros a continuar estudiando y aprendiendo. Por ende, necesitamos estar abiertos a nuevas experiencias y puntos de vista, estar listos para aprender y ahondar nuestros estudios académicos a la vez que la Palabra de Dios. Debemos confiar en el Espíritu quien “os guiará a toda verdad” (Juan 16:13).
Por último, todo aprendizaje debe guiarnos en forma directa, hacia la proclamación “que Jesús es el Cristo” (vers 28). Apolos conocía la filosofía griega; era muy versado en la interpretación de las Escrituras y conocía los rigores de la lógica y las reglas de la retórica. Pero colocó todo esto para la enseñanza de la verdad “concerniente al Señor” (vers. 25). Apolos exhibió el conocimiento verdadero de Jesús el Cristo.
Nuestra educación, conocimiento académico y aún nuestra comprensión de las Escrituras son en vano, a menos que nos orienten hacia Jesucristo. La sabiduría académica o el conocimiento de las Escrituras no son el objetivo final, sino el conocimiento de Jesucristo. Apolos comprendía esto muy bien. Elena White resaltó: “Para obtener una educación digna de tal nombre, debemos recibir un conocimiento de Dios, el Creador, y de Cristo, el Redentor”.5
Por lo tanto, orientemos toda nuestra educación a una relación mas íntima con Cristo, de tal manera que lo que Pablo anticipó, pueda hacerse realidad: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4:13).
Autor: Roland E. Fischer (Ph. D, Universidad de Bayreuth, Alemania)
Fuente:www.jovenes-cristianos.com
REFERENCIAS:
1. Biblia Versión Reina Valera 1960
2. Elena G. de White, Los hechos de los apóstoles (Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas, 1977), p. 218.
3. __, Consejos para los maestros, padres y alumnos acerca de la educación cristiana (Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas) , p. 86.
4. __, La educación (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1974), p. 16
5. Ibíd., p. 15.
Conozcamos a este Apolos. Hechos 18: 24-281 presenta a este joven judío como ciudadano de Alejandría, la segunda ciudad del Imperio Romano de ese tiempo y llamada así en honor a Alejandro Magno.
La ciudad, hogar de muchos judíos inmigrantes, fue el lugar donde se realizó la traducción y producción de la Biblia Septuaginta.
Alejandría fue un centro supremo del judaísmo, del helenismo y de la filosofía griega; un polo educativo con una biblioteca que albergaba más de novecientos mil libros.
Apolos era “un varón elocuente” (vers. 24), lo que sugiere que era un hombre altamente educado. Al haber sido instruido en las ciencias helenísticas, en filosofía y especialmente en retórica, no podía ser menos que elocuente. La retórica, disciplina principal de la filosofía en aquellos días, habilitaba a una persona para discutir convincentemente y presentar su pensamiento con claridad.
Apolos también era “poderoso en las Escrituras” (vers. 24), lo cual significa que conocía el Antiguo Testamento y podía interpretarlo correctamente. No fue un lector superficial sino que estudió las Escrituras en profundidad y de esta manera obtuvo un acabado conocimiento de sus verdades.
Fue contemporáneo de Filón de Alejandría, un famoso filósofo y teólogo judío que además de escribir comentarios sobre los libros del Antiguo Testamento, había desarrollado diferentes métodos de interpretación de las Escrituras, intentando armonizar la sabiduría de la filosofía helenística con la revelación de las Escrituras. Creía que todas las verdades de los filósofos griegos podían ser finalmente rastreadas hasta Moisés.
Se cree que Apolos fue discípulo de Filón. Conocía bien la filosofía helenística así como el Antiguo Testamento. Había recibido tanto la educación académica como la religiosa. De lo poco que sabemos de él por el libro de Hechos, podemos afirmar que fue un argumentador exitoso, estableciendo más allá de toda duda, la veracidad de las Escrituras. Su método probablemente incluía un razonamiento lógico y una presentación racional.
Un cristiano apasionado No podemos precisar cuándo, pero en algún momento posterior a la dispersión del evangelio conocida como Pentecostés, Apolos se convirtió al cristianismo y fue “instruido en el camino del Señor” (vers. 25).
Una vez que aprendió el tremendo significado del advenimiento de Cristo, le fue imposible permanecer en silencio. Llegó a ser un misionero apasionado que predicaba el evangelio dondequiera que iba: “fervoroso, hablaba y enseñaba lo concerniente al Señor” (vers. 25). Apolos sacó provecho de su conocimiento de las Escrituras y también de sus estudios en filosofía y retórica, cuando “refutaba públicamente a los judíos” (vers. 28). Se comprometió con el ministerio cristiano y dejó huellas de su entusiasmo en Acaya, Éfeso y especialmente en Corinto. En esa ciudad seguramente produjo un gran impacto, porque algunos de los cristianos de allí fueron llamados “de Apolos” (1 Corintios 1:12).
Algo muy significativo que no debe pasarse por alto es su humildad y deseo de aprender más. Aún siendo un erudito, con una educación formal elevada, estaba dispuesto a aprender más acerca de Jesús –su muerte y resurrección– a través de humildes creyentes como Aquila y Priscila, “quienes percibiendo que él no había recibido todavía toda la luz del evangelio, ‘le tomaron y le declararon más particularmente el camino de Dios’. Por su enseñanza adquirió una comprensión más clara de las Escrituras y llegó a ser uno de los abogados más capaces de la fe cristiana”.2
Aprendiendo de Apolos ¿Qué podemos aprender nosotros de la vida de este gran hombre cuya influencia en los albores de la iglesia cristiana nos será revelada en su totalidad recién en el cielo?
Primeramente, en nuestra búsqueda de conocimiento y en el afán de alcanzar la excelencia académica, no debemos dudar en anhelar una educación óptima. Al mismo tiempo, necesitamos tener en mente que la sabiduría humana no es el objetivo supremo. En vez de esto, debemos apuntar a buscar la sabiduría divina revelada en las Escrituras.
Debemos permitir que ambas se unan y aglutinen como lo hicieron en el ministerio de Apolos. Los primeros educadores adventistas promovieron estos dos aspectos. Elena White escribió: “Dios ha dado a conocer su designio, a saber, que nuestro pueblo tenga oportunidad de estudiar las ciencias y al mismo tiempo aprender los requisitos de su Palabra”.3
La educación no es un objetivo en sí misma sino un medio para alcanzar un fin. Para los pioneros adventistas, la educación tenía su propósito en el servicio de la misión. Las primeras instituciones educativas de la iglesia fueron escuelas misioneras. Eran centros de entrenamiento para la misión.
Después de todo, uno de los objetivos de la institución educativa adventista más antigua – la Escuela Sabática– es la preparación para la misión y al participar en ella obtenemos otros beneficios. No solamente nos da la oportunidad de ser educados en forma continua en la Biblia y la religión, incrementando nuestro conocimiento, sino que también aumentará nuestras habilidades y nos ayudará a crecer espiritualmente. De esa manera tendremos la oportunidad de enseñar lo que hemos aprendido y de esta manera contribuir a la educación y el desarrollo de los demás.
Por otra parte, al igual que Apolos, necesitamos estar abiertos a nuevos aprendizajes. En este proceso, nunca llega el momento en el que podemos afirmar que lo hemos alcanzado todo. El aprendizaje es un viaje y aún en la eternidad estaremos siempre aprendiendo. Apolos, con los dones y la devoción que poseía, tenía una gran deficiencia: “solamente conocía el bautismo de Juan” (vers. 25). Cuando Psicila y Aquila notaron esto, vieron la necesidad de instruirlo y “le expusieron más exactamente el camino de Dios” (vers 26).
Apolos era lo suficientemente humilde como para aceptar nuevas enseñanzas de ellos; estaba abierto a nuevas experiencias de aprendizaje.
Hoy escuchamos frecuentemente acerca de la necesidad del aprendizaje que dura toda la vida. Esto es imprescindible en muchas profesiones y aún más en temas de fe y religión. Para nosotros los adventistas, la idea del aprendizaje continuo está profundamente enraizada en nuestra historia. Elena White profetizó: “Ante el estudiante se abre un camino de progreso continuo… Progresará tan rápidamente e irá tan lejos como fuere posible en todos los ramos del verdadero conocimiento”.4
La búsqueda por “nueva luz” motivó a los pioneros a continuar estudiando y aprendiendo. Por ende, necesitamos estar abiertos a nuevas experiencias y puntos de vista, estar listos para aprender y ahondar nuestros estudios académicos a la vez que la Palabra de Dios. Debemos confiar en el Espíritu quien “os guiará a toda verdad” (Juan 16:13).
Por último, todo aprendizaje debe guiarnos en forma directa, hacia la proclamación “que Jesús es el Cristo” (vers 28). Apolos conocía la filosofía griega; era muy versado en la interpretación de las Escrituras y conocía los rigores de la lógica y las reglas de la retórica. Pero colocó todo esto para la enseñanza de la verdad “concerniente al Señor” (vers. 25). Apolos exhibió el conocimiento verdadero de Jesús el Cristo.
Nuestra educación, conocimiento académico y aún nuestra comprensión de las Escrituras son en vano, a menos que nos orienten hacia Jesucristo. La sabiduría académica o el conocimiento de las Escrituras no son el objetivo final, sino el conocimiento de Jesucristo. Apolos comprendía esto muy bien. Elena White resaltó: “Para obtener una educación digna de tal nombre, debemos recibir un conocimiento de Dios, el Creador, y de Cristo, el Redentor”.5
Por lo tanto, orientemos toda nuestra educación a una relación mas íntima con Cristo, de tal manera que lo que Pablo anticipó, pueda hacerse realidad: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4:13).
Autor: Roland E. Fischer (Ph. D, Universidad de Bayreuth, Alemania)
Fuente:www.jovenes-cristianos.com
REFERENCIAS:
1. Biblia Versión Reina Valera 1960
2. Elena G. de White, Los hechos de los apóstoles (Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas, 1977), p. 218.
3. __, Consejos para los maestros, padres y alumnos acerca de la educación cristiana (Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas) , p. 86.
4. __, La educación (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1974), p. 16
5. Ibíd., p. 15.
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