Tratado de Teología Adventista del Séptimo Día

Capitulo 11: Santuario
Ángel Manuel Rodríguez
Introducción

    La muerte y la resurrección de Cristo se hallan en el centro mismo del plan de salvación. El Calvario fue la respuesta final de Dios a la difícil situación humana. Se describe el sacrificio de Cristo como “una vez para siempre” (Hebreos 10:10), válido “siempre”, y por lo tanto irrepetible (vers. 12). Nada puede añadirse a la cruz para complementar su poder propiciatorio y expiatorio. Jesús, quien en su propia vida fue vencedor sobre el tentador (Mateo 4:1-11; Hebreos 4:15), vino para destruir las obras del diablo (1 Juan 3:8). Su victoria sobre las fuerzas del mal hace posible nuestra victoria sobre el pecado (Apocalipsis 12:11), así como la erradicación final del mal de nuestro mundo (Apocalipsis 20:9-15). El énfasis
del NT sobre la finalidad de la muerte expiatoria de Cristo indujo a algunos a concluir que su obra para nuestra salvación se terminó en la cruz. Esto requiere una clarificación adicional. 
    Después de realizar la obra para la cual había venido a la tierra (Juan 17:4, 5; 19:30), Cristo fue “tomado [...] al cielo” (Hechos 1:11), para “salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”(Hebreos 7:25), hasta que en la segunda venida, aparecerá “sin relación con el pecado, para salvara los que le esperan” (Hebreos 9:28). Entre estos dos polos, la cruz y el glorioso regreso del Señor, Cristo sirve como sacerdote real, como “ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (Hebreos 8:2), como el abogado (1 Juan 2:1) e intercesor para los que creen en él (Romanos 8:34). Como nuestro sumo sacerdote, Cristo está aplicando los beneficios de su sacrificio a los que se acercan a él; ministerio que es tan esencial para nuestra salvación como su muerte expiatoria.
    El ministerio sacerdotal de nuestro Sumo Sacerdote celestial estaba prefigurado en el sistema de sacrificios del AT, especialmente como se ve en el Santuario hebreo, hecho según un “modelo” que Dios le mostró a Moisés (Éxodo 25:9) y que señalaba al Santuario celestial. Los servicios del Santuario fueron un libro de texto sobre la salvación. Por esta razón, el estudio del Santuario y sus servicios no solo clarifica el significado de los rituales que se realizaban allí, sino que también arroja luz sobre el ministerio celestial de Cristo.